lunes, 11 de julio de 2016

Magaluf del pintxo

"Este verano va a haber infartos y suicidios en hostelería".
Tanto el título de esta entrada, como la cita precedente, pertenecen a un colega, de profesión, camarero, al que no nombro por si acaso.
Tengo alguna experiencia en ese sector, pero poca. Siempre he abogado por que, como clientes que somos todos y cada uno, todos deberíamos probar una temporada lo que se siente al otro lado de la barra.
No me sirve el argumento de los clientes más exigentes: "Yo también trabajo, y en mi trabajo también me exigen y tengo que cumplir". Precisamente por eso, deberían de ser más solidarios con la persona que les está atendiendo.
"Donostia gordura" (en vez de kultura). Este juego de palabras tampoco es mío. Y es que la capitalidad europea de la Cultura 2016 ha coincidido con un nuevo boom del turismo, que se reedita año tras año, superando cada temporada la anterior con creces. Y el atractivo arquitectónico y paisajístico de Donostia siempre ha ido de la mano con su oferta gastronómica, que ha convertido la Parte Vieja de la ciudad en una "Magaluf del pintxo", como dice mi amigo.



"No hay industria. De algo tenemos que vivir (en Donostia)", dice también mi amigo camarero. Si nos dejan (vivir). Porque por ejemplo, otra consecuencia nefasta del auge del turismo, es que se ha vuelto imposible alquilar una habitación para unos meses a un precio asequible en San Sebastián, ya que todos los propietarios tiran para el negocio de los pisos turísticos.

Otra reflexión, no muy alejada de la anterior. Ahora mismo ando chateando con una amiga sobre lo que yo llamo "la guerra del todos contra todos". Autónomos que cargan contra funcionarios. Emprendedores que tienen por acomodaticios a los trabajadores por cuenta ajena. Feministas que odian a los hombres. Hombres misóginos. Treintañeros como yo que damos lecciones a los más jóvenes y despreciamos su reggaetón. Podemitas contra peperos. Etc. Todos contra todos.
Y es algo que nos perjudica a todos, y esto lo digo por mucho que yo a veces me ría del buen rollito y el espíritu "one love" de los rastafaris, pero un poco de eso nos vendría mejor a todos.



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