viernes, 27 de noviembre de 2009

El milagro de Ángela

Ángela falleció el pasado lunes 15 de marzo tras cinco años de lucha contra el cáncer por el que le habían dado cuatro meses de vida
Historia publicada por
El Diario Vasco
el 8 de junio de 2009

SALUD

Hace cuatro años le dieron cuatro meses de vida por un cáncer de pleura por amianto. «No me quería morir así. Quería romper las estadísticas», explica

BEASAIN. DV. Ángela es feliz porque sigue viva, contra todo pronóstico. Padece un mesotelioma pleural, un cáncer en la membrana que rodea los pulmones y que sólo provoca el amianto. Le dieron tres o cuatro meses de vida, pero de eso hace ya cuatro años. «Cuatro años viviendo con mi cáncer», celebra con una sonrisa. Le dijo a su oncólogo: «Yo no me quiero morir. Quiero romper las estadísticas». «Y lo estás consiguiendo», le felicita el doctor cada vez que la ve.

Ahora lleva una vida «casi normal, sin derrames. Bonitamente», se alegra. De 52 kilos ha bajado a 39, «pero con energía». Cuenta su historia en la sala de su casa de Beasain junto a su marido Félix y ante la cariñosa mirada de las fotografías de sus tres hijas. Un libro reposa sobre la mesa. Versa, según el subtítulo, sobre El poder de la mente y del espíritu en la superación de enfermedades graves, mientras el título proclama que Sanar es un viaje. Como la vida.

La de Ángela, de apellido Rodríguez, comenzó en Valladolid hace casi 65 años y la llevó a Beasain en su adolescencia. Entre junio de 1964 y septiembre de 1967 trabajó en la empresa Oxivol, ya desaparecida, en la localidad del Goierri. Fabricaban baterías de automóviles y ella se encargaba de sellar su tapa superior con un cordón de amianto que tenían que destrenzar a mano. Veía el polvo blanquecino que desprendía. No llevaban mascarilla. Si su salud se vio afectada entonces por el material que inhaló, ella no se dio cuenta.

Dejó la empresa para casarse con Félix Velázquez y no volvió a trabajar fuera de casa. El amianto seguía dentro de su cuerpo, pero ella no lo sabía. No recuerda mayor trastorno de salud en todo ese tiempo que la astenia primaveral.

Hasta marzo de 2005, cuando empezó a respirar mal y le detectaron un derrame en el pulmón izquierdo. Lo atribuyeron a la presión del bazo y le extrajeron este órgano, pero el derrame iba a más y ella se sentía «muy ahogada». Le pusieron un drenaje y manaron «litros y litros» del líquido acumulado en su pulmón. Comenzaron las pruebas y surgió la sospecha del mesotelioma.

El 27 de junio de aquel año le abrieron la espalda y confirmaron el fatídico cáncer. Los médicos reunieron a Félix y a las tres hijas y les comunicaron la esperanza de vida que daban a Ángela. «Enseguida me enteré de que mi vida iba a ser muy corta», cuenta con una sonrisa que impresiona, «porque siempre quise saber la verdad y así se lo pedí a mi familia».

Su hija menor, Maitane, es enfermera y le ayudó a tomarse la noticia «con una tranquilidad enorme. Yo le decía: 'Estamos en un camino en el que nos vamos a encontrar algo muy difícil, ¿verdad?'. Y ella contestaba: 'Si es algo muy difícil, no nos queda más remedio que afrontarlo'».

Le pautaron seis ciclos de quimioterapia, pero para el mesotelioma es paliativa, no curativa. Tenía que probar algo más. Una sobrina cuyo hijo sufrió cáncer le recomendó la dieta macrobiótica bajo la guía de la bióloga Elena Corrales, y la sigue desde entonces. Se basa en las legumbres, los cereales y las verduras, siempre de agricultura biológica, pues los de mayor consumo se tratan con pesticidas. No come alimentos de origen animal pero sí algas como complemento.

Atribuye a la dieta que no se le cayera el pelo ni tuviera náuseas por la quimioterapia. Tampoco sufrió dolor. Tras el tratamiento farmacológico, le hicieron un escáner. El tumor «casi no se veía, la remisión había sido casi total».

Después, pasó dos años controlada por los oncólogos pero sin tratamiento médico, hasta que hace año y medio un nuevo derrame le robó otra vez el aire y requirió «no sé cuántos» drenajes. La crisis duró cuatro meses y le pautaron otras seis sesiones de quimioterapia, pero su cuerpo no las soportaba. Sufría vómitos, ahogo y «un calor dentro insoportable».

Tras el fracaso de la quimioterapia, no había tratamiento para ella en el Oncológico. Decidieron pasarla a cuidados paliativos, pero ella se negó. «No quería morir así, tenía que mirar a ver si había algo más para mí». Se puso en manos de un homeópata, recomendado por otra sobrina a la que trataba su cáncer de mama, pero no ha renunciado a la medicina tradicional, que considera compatible con su dieta y la homeopatía. «En la medicina convencional ya no había nada para mí y yo quería vivir», insiste.

Pese a todo, el pasado enero sufrió otra crisis, y tras muchos drenajes le incluyeron en el programa de atención domiciliaria, que recomienda «a todo el mundo porque funciona de maravilla». Hace un mes, le instalaron un catéter para que pudiera drenarse ella misma, pero el artilugio le provocó por primera vez «un dolor enorme, imposible de soportar. Creo que mi cuerpo lo rechazaba. Todas las personas no somos iguales y cada uno reacciona de forma diferente a cada tratamiento». Desde que se lo quitaron, no ha vuelto a sufrir dolores.

Ángela tiene muy claro que «el apoyo de la familia y la gente de la calle y el trabajo mental de uno mismo hacen mucho. La actitud debe ser muy positiva. Si dejas que te abata la enfermedad, no sales adelante. Y como creyente, pienso que hay alguien que me está dando fuerza para superar esta etapa tan dura de la vida». Esta superviviente quiere motivar a todos los afectados por mesotelioma: «Que no desesperen, porque con una actitud positiva se puede vivir». Ella lo demuestra día a día.

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